El otro día comentaba con una amiga hasta qué punto son lícitos los anuncios de las loterías. En concreto me comentaba un anuncio de la ONCE, en que se destaca el "cosquilleo" que notas o eso tan especial que sientes cuando tienes tu cupón en la mano. Por no hablar de lo "divertido" que es jugar al "Rasca", con esos duendecillos simpáticos, por ejemplo. Lo mismo sucede con la Lotería de Navidad, ese momento "tan especial" que muchos esperan durante todo el año.
Me hizo reflexionar. Me pregunto cómo se sentirán los familiares de ludópatas o las propias personas con problemas con el juego al escuchar estos mensajes. Quizá se pueda comparar con el "cosquilleo" que siente un alcohólico cuando tiene una copa de cognac en la mano, o el adicto al juego al insertar la moneda en la máquina tragaperras, o aquél con enfermedades de pulmón al sujetar su cigarrillo entre los dedos.
Tuve el placer de coincidir con Javier Nogal, Director de Comunicación de la ONCE, el pasado verano en un Programa Executive del ESIC. Allí, Nogal nos comentaba las dificultades que tienen para lanzar sus campañas corporativas y de productos, y cómo disminuye la notoriedad de marca con las campañas de producto (Cupón Diario, Rasca, SuperCupón…), mientras aumentaba notablemente con las campañas institucionales (en qué se invierte el dinero, objetivos cumplidos…), por lo que había que encontrar el equilibrio.
Parece evidente que no termina de cuajar la idea de que una organización de esta índole incite al juego. Sin embargo, se habla poco o nada de este tema.
Ya se ha limitado, y mucho, la publicidad de alcoholes y tabacos. ¿Habría que pensar en hacer algo parecido con los juegos de azar? ¿O se están sacando las cosas de quicio? Parece que somos un poco más permisivos con organizaciones sin ánimo de lucro, como la Once o la Cruz Roja, pero… ¿dónde está el límite?