Estoy acudiendo estos días a un taller de “Open Innovation”, organizado por EnpresaDigitala dentro del marco Euskadi+Innova. Personalmente, estoy descubriendo la “Innovación”, ese término del que todos hemos oído hablar, pero que difícilmente somos capaces de definir, y que muy pocas empresas son capaces de implementar.
Al principio de la sesión, se ha pedido a los asistentes que piensen en innovaciones en general. Puede ser un ejemplo de la empresa en la que trabajamos, una posible innovación futura, o una histórica que nos haya llamado la atención… Ahora viene lo curioso: principalmente han salido inventos. Se han mencionado la fregona, el transistor, la imprenta, internet, la electricidad… Las empresas de consumo están sacando al mercado innovaciones constantemente, y sin embargo, el consumidor no las percibe como tales. Sólo se perciben como innovaciones los grandes cambios, pero no las pequeñas mejoras.
Desde el punto de vista del marketing, ¿esto es un problema, o es una ventaja?
No hablaré de las innovaciones que significan por ejemplo reducción de costes o de emisiones de CO2, sino únicamente las que suponen un beneficio para el cliente.
Por un lado, si hemos invertido mucho tiempo y dinero en una pequeña innovación en nuestro producto o servicio, y una vez en el mercado, el consumidor no lo percibe como tal, ¿puede decirse que hemos hecho bien nuestro trabajo? Nos hemos adaptado al entorno, hemos detectado una necesidad, hemos acertado en momento del lanzamiento y hemos implementado la innovación sin entorpecer y favoreciendo al usuario. Bien.
Pero por otro lado, si esa innovación se percibe como una simple mejora, o peor aún, no se percibe, también podría considerarse un fracaso. En lugar de innovar, nos hemos limitado a mejorar nuestro producto o servicio. En otras palabras: hemos hecho lo que teníamos que hacer. Más bien creo que podemos detectar otro problema que no se suele tener en cuenta: no lo hemos comunicado correctamente. Si nuestro consumidor no se ha dado cuenta de la innovación, o no sabe qué beneficios le supone, algo ha fallado en el flujo de trabajo.
Innovación y comunicación deben ir siempre de la mano. Innovación tiene que relacionarse con la creación de valor. En un entorno empresarial en que las políticas de mejora se solapan con las políticas de innovación, es imprescindible hacer saber a nuestros clientes que somos innovadores, que estamos en vanguardia, y que nos preocupamos de ofrecerles siempre lo último y lo mejor para ellos. De poco sirve acertar en la política de generación de ideas y ejecución, si no somos capaces de comunicarlo.
Un ejemplo de comunicación correcta: en el taller no se ha mencionado como innovación la ensalda embolsada, sino a la marca Florette.
Es decir, que el objetivo del marketing respecto a la innovación es el siguiente:
Debemos conseguir que, cuando se hable de innovaciones, la gente no mencione que un día se inventó el Bluetooth, sino que nuestra marca fue la primera en incorporar esa tecnología en un móvil. Así sí podríamos decir que el proceso innovador ha sido completo.
Es evidente que hasta que una innovación no se socializa (en el caso de la empresa con sus clientes) no sirve. Incluso diría que la socialización debe abrir un proceso recursivo: cuando algo se usa quien lo hace entra en una nueva dimensión. Conoce el producto “desde el otro lado”, no desde quien lo fabrica o entrega, sino desde quien “se queda con él”.