Para todo hay una primera vez, incluso para McDonald’s, que ha experimentado la quiebra de su negocio en un país entero, Bolivia. En este país latinoamericano, el gigante de las hamburguesas ha tenido que cerrar todos los restaurantes de comida rápida abiertos por un motivo insólito para él: la falta de clientes.
En un mundo adicto a las grasas saturadas, en el que la comida rápida se anhela tanto por cuestión de placer como por falta de tiempo o economía, Bolivia planta cara a la generalización y demuestra que su cultura y sus valores valen más que todo eso. Pareciera imposible revelarse contra una cultura global que adora muchas veces todo lo norteamericano, y también, todo lo que imite un estilo de vida occidental, con mucho trabajo y prisas. Así es la vida moderna que muchos quieren llevar, pero que no tiene cabida en Bolivia, el primer país que planta cara a lo extranjero poco saludable para reivindicar su cultura popular, con comida bien preparada, hecha con mimo y esmero y con un proceso digestivo lento, digno de cualquier buen comensal.
El documental creado por McDonald’s y titulado “¿Por qué quebró McDonald’s en Bolivia?” explica las razones de estos malos resultados, que han estado tratando de mejorarse durante más de una década sin éxito, y que apuntan a una razón con mucho peso: la cultura del propio país.
Este no es un fenómeno aislado. Algo similar ocurrió con Carrefour, que decidió retirar sus hipermercados de Tailandia y Malasia, y cerrar las 67 tiendas abiertas. Se trataba de clones franceses, con una estrategia de expansión europea aplicada fuera de esta, descuidando sus necesidades y condenándose al fracaso. La otra cara de la moneda fue Tesco, que triunfó creando un equipo de proveedores locales para construir algo con más identidad
Estos ejemplos muestran cómo el marketing no siempre es efectivo simplemente por aplicar una estrategia de éxito que ha funcionado en un mercado determinado, o cómo una imagen extranjera de un país potente no es suficiente para arrastrar masas. Esto demuestra la importancia de no utilizar un marketing globalizado, sino personalizado, adaptado a cada cultura y a sus necesidades. Porque lo importante, a la hora de hacer marketing, no es fijarse en lo buena que es una marca, sino en lo buena que es para sus clientes.