Júzcar, el pueblo Pitufo de la sierra malagueña, era hasta hace 2 años un rincón tan bello como desconocido perdido en la mitad de la montaña. El asalto al cine de estos entrañables diminutos ha dado a conocer al mundo este pequeño núcleo montañero de apenas 200 almas que no dudaron en cambiar la tradicional blancura de sus casas por el inconfundible azul Pitufo.
Los vecinos celebran la segunda entrega de la saga agradeciendo su buena suerte que ha convertido al pueblo en una auténtica atracción turística. Antes, Júzcar era un sitio más de la serranía de Ronda sin ningún motivo añadido al de las poblaciones vecinas para ser visitado. Todo cambió desde que la productora Sony lo eligiera como el pueblo simbólico de los Pitufos.
Júzcar recibe la visita de autobuses turísticos que recorren desde Málaga 144 kilómetros de estrechas carreteras. En sólo 2 años ha recibido la llegada de 210.000 turistas en una versión contemporánea del Bienvenido Mister Marshall de Berlanga, la mítica película que fantasea con los sueños de un pueblo de la meseta castellana de la posguerra ante la inminente llegada de los adinerados norteamericanos.
Puede que sus habitantes lo desconozcan, pero a pesar de su nueva tonalidad azul, Júzcar se ha transformado en una inconfundible vaca púrpura. Hace 10 años el guru norteamericano Seth Godin bautizaba con este término las bases del marketing del Siglo XXI. El economista expedía el acta de defunción a las campañas de marketing convencionales de masas capaces de catapultar productos anodinos.

Su teoría apuntaba a la diferenciación como la ruta al éxito a través de artículos genuinamente extraordinarios, indudablemente únicos. El consumidor actual se encuentra tan saturado por la oferta que se muestra indiferente a los productos corrientes, por mucho despliegue publicitario que realicen. Ese desinterés impide que hablen de la marca en sus círculos cortando la divulgación boca-oído o tecla-Facebook.
En este contexto, Godin señala como claves del éxito la búsqueda de lo extraordinario, la vocación por el desafío y la novedad. Precisamente, estos fueron los ingredientes del triunfo de los propios Pitufos hace más de 50 años, cuando sorprendieron por su tez azulada, su chillón tono de voz y su permanente carácter alegre.
La nueva coyuntura beneficia a los pequeños, a los Júzcar del mundo, que tienen mucho que ganar y nada que perder. Godin aboga por un mercado personalizado, una guerra de guerrillas en busca del nicho, la larga cola en definitiva. Las empresas no tienen que tener el objetivo de ser grandes si no de ser los mejores en alguna faceta, de ser especialistas. A partir de la conquista de un microsector pueden pensar en expandirse.
Júzcar ha tomado buena nota y de momento ha renunciado a volver a su blanco original. El pueblo se empeña en su nueva vaca púrpura, de inconfundible color azul.