Gran parte de la publicidad se nutre de mensajes subliminales, emitiendo información que se mantiene por debajo de los límites de la percepción de los consumidores y que va de manera directa sus sistemas límbicos, es decir, a sus emociones. Son mensajes que duran milisegundos y que estimulan el inconsciente.
Muchas de las imágenes publicitarias que aparecen en las revistas tienen contenidos subliminales, casi todos referidos al sexo o al delirio producido por el consumo de drogas. Quienes los diseñan juegan con Eros (vida-sexo) y Tánatos (muerte-drogas). Por ejemplo, en los anuncios de las marcas de alcohol suelen aparecer figuras deformadas que emulan los efectos del delirium tremens (síndrome de abstinencia del alcohol), y que se sitúan repartidas por la imagen de manera camuflada, para evitar ser percibidas por el consciente y despertar los deseos (emociones) de consumir alcohol sin que el consumidor sea consciente de dichas apetencias (imagen de la derecha). Como es entendible, este tipo de publicidad subliminal surte más efecto en los consumidores habituales de alcohol, pues es más fácil despertar en ellos esos deseos.
Esas mismas marcas, y otras de otros sectores destacando el de la moda, centran sus esfuerzos en estimular los instintos sexuales de sus consumidores potenciales (imagen de abajo) para que adquieran sus productos y los consuman bien para que los vuelvan a comprar empujados por su frenesí, bien para que tengan la percepción de que la sensualidad que se desprende de dichos anuncios les ha sido transferida, aunque sólo sea en parte.
Valga como dato que la mayoría de los mensajes subliminales producen el efecto Poetzle, trasladando la imagen y producto de la marca a los sueños de los consumidores en potencia incrementando sus deseos de adquirirlos.
En cualquier caso es importante saber que todos los mensajes subliminales pueden percibirse con el consciente, siempre y cuando uno sepa las estrategias con los que se emiten y se entrene para verlos. Una vez que se es consciente de ellos, el cerebro es libre para decidir sobre sus contenidos puesto que ya no van al límbico sino al córtex. Por lo que si se ejercita el consciente se puede controlar los impulsos límbicos y el pensamiento. Lo difícil es hacerlo en cada momento, sobre todo si se tiene en cuenta que cada persona (urbana) recibe una media de 3.000 impactos publicitarios al día.
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