Google, además de ser el buscador de referencia es el mejor indicador de la reputación de cada uno de nosotros hasta el punto de llegar a ser implacable por su capacidad de convertir la efímera ‘pena del telediario’ en una carga indeleble a lo largo del tiempo. En estos tiempos turbulentos, la proyección personal es más difícil de gestionar que nunca. Un simple resbalón puede echar por tierra años de duro trabajo.
Hasta su aparición, las personas públicas caídas en desgracia o envueltas en asuntos turbios podían consolarse con la fragilidad de la memoria que aseguraba prácticamente una amnistía del recuerdo. En los no tan lejanos tiempos del papel, las noticias negativas se hundían bajo el peso de tomos de prensa aisladas en alguna hemeroteca solitaria.
Su aparición era un trabajo reservado para los auténticos ratones de biblioteca. Y en estas llegó Google, el gran ojo público, al que nada se le escapa y que tiene más memoria que el elefante de Evernote. Tus vergüenzas quedan al aire para cualquiera que rebusque tu nombre, una operación tremendamente sencilla. Bastan unos segundos para que tu contratación, venta o elección se vayan al traste.
En estos tiempos convulsos nos hemos acostumbrado a presenciar en la tele el paseillo de personajes y personajillos frente a los juzgados. Es la llamada pena del telediario, una especie de hoguera de las vanidades que refleja el descenso a los infiernos de los grandes grandes protagonistas de la actualidad.
Para nuestra desgracia, Google no hace diferencias y el común de los mortales puede verse afectado por ‘la pena del telediario’. Todo queda indexado, un viejo litigio con nuestra antigua empresa o una crítica desproporcionada contra uno de nuestros productos. En caso de salir airosos de la situación, nada importara si el desenlace no salió publicado: La búsqueda sólo conserva la noticia negativa.
Nuestro instinto puede llevarnos a luchar contra los elementos. Por ejemplo, el periódico El País recibe más de tres solicitudes semanales para eliminar noticias antiguas. El problema es que los diarios pueden interpretar esta petición como una censura. Y luego está la infinidad de blogs y medios Online donde se ha reproducido la noticia.

El afectado tiene que detectar todas las publicaciones y convencer a los propietarios de las páginas web para que las retiren, porque Google se limita a recoger lo que hay en la red. ¡Una labor infinita!
Visto lo visto, la primera medida para evitar crisis de reputación son las acciones preventivas. La tecnología nos proporciona las mayores orejas nunca antes conocidas, un arsenal de herramientas de monotorización que detectan la más mínima mención de nosotros, de nuestras empresas o marcas tanto en la web como en las redes sociales. La escucha activa nos permite tener las mangueras a mano para sofocar cualquier conato de incendio.
Sin embargo a pesar de todas nuestras precauciones, la crisis puede suceder de todas formas porque la viralidad es una de las constantes de estos tiempos de hiperconectividad. La mejor forma de neutralizar una mala información es taparla con las buenas. En este caso la actividad incesante de Google nos ayuda porque no para de indexar. Por un lado, el buscador prioriza las publicaciones más recientes; y por otro, el rastreo de las personas no es infinito. El 80% de los internautas no pasa de la segunda página de búsquedas.
Acabamos con un pensamiento positivo: la reputación Online depende en buena medida de nuestra actividad. El marketing de contenidos es la vía, dinamiza tu proyección a través de tu blog y redes sociales. Lo llaman el SEO invertido. Respiremos tranquilos, ¡todo lo malo pasa!.