En este pequeño rincón del planeta digital llamado España las redes sociales también están en auge aunque la realidad virtual esconde un estado mucho más precario; el de una burbuja ficticia que se pincha a la hora de cobrar. Instituciones, mayoristas Online, medios de comunicación, y hasta los propios profesionales alimentan la ilusión de un marketing digital mal entendido con un bombardeo de cursos express que difunde la percepción engañosa de herramientas fáciles, gratis y milagrosas.
Burbuja es pensar en las redes sociales como salvadoras, el remedio de la abuela con una capa tecnológica, un premio gordo de la lotería al precio de un boleto. El marketing Online es una ayuda para salir de la crisis, pero antes las empresas con dificultades tienen múltiples cuestiones que solucionar en su gestión interna. Una vez resuelto los deberes las redes sociales son potencialmente un escaparate privilegiado si se manejen con eficacia y profesionalidad.
Entre todos los mitos los más perjudiciales son los que apuntan a unos canales baratos y milagrosos. Es decir, la solución mágica sin cambiar nada y sin gastarnos un euro. O lo que es lo mismo, eludiendo una mejora en la relación con los clientes, sin transparencia, empatía ni buenas prestaciones comerciales. Esto es como el vejestorio casposo que pretende ser el rey de la discoteca (en su caso) disfrazándose con ropa urbana.
Estas percepciones conducen a la decepción. Las empresas esperan resultados inmediatos sin dinero. La realidad es que las redes sociales requieren de constancia y de método para cimentar una relación de complicidad con los seguidores-clientes. La secuencia empieza por escucharles, para después conocerles y finalmente, si descubrimos las teclas afectivas adecuadas, cautivarles. En cualquier caso, supone un proceso de meses e incluso años que no se puede abandonar para que se mantenga efectivo.
La realidad que muchos Community Managers nos encontramos es un cliente que regatea hasta límites vergonzosos y que no te presta atención ni medios; no te ofrece información, ni te proporciona una línea estratégica y casi ni siquiera habla contigo. O te propone objetivos estrambóticos (¿os suena el de ‘consigueme de inmediato una cifra de seguidores’ para aparentar, aunque no tenga una relación con ellos?. Ni son clientes ni posiblemente lo lleguen a ser).
Por si fuera poco, propone un periodo breve, de escasos meses. Para ellos, las redes son poco más o menos que un chateo, una tarea de aficionados para la que siempre se puede encontrar un amigo o un familiar voluntarioso. El desenlace es casi siempre el previsible, una incidencia insignificante en las redes sociales.
Lo paradójico es que muchos de ellos concluyen categóricamente que las redes sociales son un bluf. No saben, no se molestan en entender y no se dejan asesorar. El resultado: una oportunidad perdida, desencanto y desilusión; un trabajo echado a la basura. ¿Qué opináis?